El jengibre que, hasta hace relativamente poco, todos desconocíamos en este lado del mundo se ha ido haciendo su hueco y nos ha ido conquistando con su sabor y sus propiedades.
Es una especia y planta medicinal que ya se utilizaba en China en el siglo XI a.C. Se cultiva en regiones tropicales y subtropicales de Asia, como en India, en China, también en zonas de África y en América principalmente en Jamaica y en Brasil.
Su aspecto es curioso y de ahí su nombre, que procede del sánscrito shringavera, y quiere decir «con forma de cornamenta». Tiene un característico aroma perfumado y refrescante con un toque a limón. Su sabor es especiado, picante y penetrante. Una vez que lo pruebas es inconfundible. Es utilizado para fines tanto terapéuticos como culinarios.
Puedes encontrarlo fresco, en polvo, en cápsulas o encurtido, que es lo nos ponen decolor rosado en los restaurantes japoneses.
Puedes incorporarlo en tus infusiones, tus batidos o licuados, tus guisos, sólo tienes que cortar un trocito, pelarlo y laminarlo o rallarlo. También puedes preparar mermelada con jengibre para darle un sabor más exótico o probar a hacer las famosas galletas de jengibre.
Eso sí, empieza utilizando poca cantidad hasta que te hagas con el sabor.
Sea por su uso en la cocina o por sus propiedades, cuenta con él, es un buen aliado para este otoño.