A la hora de meditar lo mejor es dejar la mente en blanco. ¡No pienses en nada! Detén el torrente de pensamientos imaginando, por ejemplo, una sala vacía. Así es como debería quedar tu mente. Concéntrate. Dentro de un tiempo lo dominarás.
Tanto si estás al día con la meditación como si estás dando tus primeros pasos, estarás hasta arriba de escuchar este tipo de frases. ¿Cómo puedes dejar la mente en blanco pensando en otra cosa? Eso ya no sería “en blanco”. Ni siquiera pensar en una pared blanca te eximiría de estar pensando. Entonces, ¿qué puedes hacer para cumplir con tu objetivo?
Dale la vuelta: piensa en enfocar tus pensamientos de otra manera. Piensa, más bien, en dirigirlos hacia donde más te convenga. Desestima las malas ideas y céntrate en los que te benefician. Por ejemplo, si necesitas encontrar la calma, ¿de qué serviría dejarse llevar por pensamientos incómodos o revivir malas situaciones? ¡De nada! Y eso es lo que te proponemos: enfocar la mente en una solución, visualizando una escena tranquila, imaginando un lugar seguro para ti. Esa es la definición que más se ajusta a “dejar la mente en blanco”.
Si realizas este ejercicio todos los días durante unos minutos, verás que cada vez serás más capaz de detener los pensamientos circulares sobre los temas que te preocupan y que, con darles vueltas, sólo consumes energía pero no logras ni resolverlos ni disfrutar de lo que estés haciendo en ese momento. Por otra parte, liberar la mente de la carga diaria de preocupaciones hará que te sientas más relajado y será más probable que las soluciones que buscas se te ocurran, una vez que ya no te sientes bajo presión.